Imagine capitulo7

Capítulo 7
-No vuelvas a escaparte, Amairani. –dijo una chica a la gata que llevaba en brazos.- Podría ser muy peligroso.
La gata solo se acomodó en su pecho, durmiéndose. La chica se aseguró de que no había nadie y se puso a correr hacia su casa. Llegando al portal, aminoró el paso para aparentar que no había pasado nada. Miró a su lado. Su vecina acababa de llegar también.
-Hola.
-Hola.
-¿Qué tal?
-Bien, ¿y tú?
La chica notó cierto interés en las palabras de su vecina.
-Bien.
-Perdona, ¿cómo te llamabas? Lo he olvidado.
-Evolet. –respondió la chica, mucho más seca de lo que pretendía.
-Oh, es verdad. Perdona, Evolet.
La chica asintió y entró en casa. La vecina hizo lo mismo.
-Hola, Evolet.
-Hola mamá.
-¿Cómo te ha ido?
-Bien… -¿por qué todos preguntaban lo mismo?- Ha ido bien.
-¿Llevarás a Amairani a tu habitación?
-Sí.
Sin decir nada más, subió a su habitación. Dejó a la gata en el suelo y se dejó caer sobre la cama. Miró hacia la mesa. En ella había una fotografía de una anciana.
-Abuela… esto es aburrido. Me aburro muchísimo… Por cierto, ¿sabes? Hoy Amairani se ha escapado. He visto a una chica seguirla, pero no le ha hecho nada. Cuando ha visto el parque, ella se ha ido. Ha sido una suerte.
Evolet suspiró. La gata se revolvió entre las sabanas que caían de la cama, ronroneando.
“º  .:.  º’  _-.  /-”. Noel había recibido una nota de manos de la urraca de Rune. No le había costado demasiado descifrar el mensaje. Se despidió de Avri y salió corriendo directo al parque. Pasando por el cobertizo, llegó muy pronto. Rune estaba sentado en un columpio, como la primera vez que se conocieron. Noel se acercó y se sentó en el otro.
-¿Qué pasa?
-Kulian. –fue lo único que dijo.
-¿Kulian, aquella chica?
-Es un controlador. -dijo Rune asintiendo.
-¿De verdad?
-Estoy casi seguro. Pero por alguna razón no nos ha capturado. Escucha. ¿Sabes que dentro de dos semanas iremos a la montaña?
-¿Qué? Ah, la salida de cada año… Salir a buscar cuatro palos de árboles quemados a la montaña… Aburridísimo…
-Si no me equivoco, la central de los controladores está cerca. –le mira, sonriendo algo pícaro.
-¿Quieres decir… NOS COLAREMOS? –se asustó el menor.
Rune se encogió de hombros.
-Claro, al menos yo. Después de todo, nadie se dará cuenta. Pero no vengas si no quieres.
-¡No! ¡Yo quiero venir!
Rune sonrió ante la emoción de Noel. Al pequeño le brillaban los ojos. Era la primera vez que se atreverían a hacer algo parecido. Rune se levantó y le tendió la mano.
-Vamos, hay que pensar cómo entraremos.
Noel le aceptó la mano, se levantó, y echaron a correr hacia la caseta.
Avri volvió al ordenador. Se acababa de duchar después de dos horas haciendo deberes en el ordenador. Y ahora tenía algo de tiempo para ella. Miró el cajón abierto que tenía a su izquierda y divisó la libreta en la que tenía apuntada la información recopilada sobre sus padres. La cogió y, bajo ella, apareció otra libreta, con pinta de antigua. Avri se la quedó mirando unos segundos, hasta que se decidió a cogerla. La abrió por la primera página. En ella estaba escrito:
“Había una vez, una princesa…”
No leyó más. Al darse cuenta de lo que era, lo lanzó contra la pared. Respiró agitada, mirando la libreta casi horrorizada. Se trataba de la libreta en la que, cuando era más pequeña, escribía historias y cuentos a escondidas para los demás niños del orfanato. Sin embargo, en cuanto la descubrieron, le castigaron muy duramente. Querían asegurarse de que no volvía a coger un bolígrafo en su vida.
-Y así ha sido… -se lamentó.
Pasaron unos minutos eternos hasta que, ya algo más tranquila, se levantó a buscar dicha libreta. No entendía cómo todavía conservaba eso, pero a la vez no era capaz de tirarlo. Algo dentro de ella le decía que debía quedárselo. Miró la portada negra, aunque ya medio gris debido al desgaste, y guardó la libreta debajo del todo. Iba a conservarla, solo que lo más lejos de ella posible.
-Tranquila… -se dijo.
Inspiró y expiró, tratando de calmar el pecho, que le iba a mil, y se concentró en lo que iba a buscar en el ordenador.
“Lisia”, puso en el buscador. Nada, de todas las opciones que le salían, ni una sola se cargaba. Si su padre hubiera sido alguien famoso, tal vez hubiera salido en algún libro de texto de la escuela, o algo. Pero eso era imposible, o, al menos, muy improbable.
-Tsk, otra tarde perdida… -musitó.
Y, sin ganas de hacer nada, se tumbó en su cama y acabó dormida.